Hay decisiones que marcan una vida. A menudo lo más complicado no es decidir, sino saber que hay alguna decisión que tomar. En el primer caso suele bastar con inteligencia y buen juicio, en el segundo, la experiencia es de un valor incalculable. Literalmente. No se puede poner una cifra para valorar cuán crucial puede ser decidir en el momento y lugar adecuados. Y es que actuar, con independencia del potencial intelectual de cada uno, es el método más efectivo de aprendizaje. El empírico es el mejor de los conocimientos por el valor añadido que le otorga la experiencia. Ese valor intangible es el que hace que exministros y expresidentes de gobierno perciban elevadas sumas de dinero de parte de grandes compañías en concepto de asesoramiento. El que sea tan común oír a universitarios decir aquello de “he aprendido más en un año de trabajo que en cuatro años de facultad”. El que las empresas se fijen antes en nuestra experiencia laboral que en la académica. O el que disfrutemos tanto de las historias que nuestros mayores tienen que contarnos. En otras palabras, el tiempo que vivimos no tiene precio porque nunca volverá.
Es justo en el campo de la experiencia en lo que el programa Mentores CYD resulta extraordinario, pues consigue que algunos de los profesionales más reputados del sector empresarial de nuestro país pongan su conocimiento y experiencia al servicio de los alumnos que participamos en él. Mi mentora, María Salamero, se ha mostrado cercana y dispuesta a ayudarme en todo momento. Desde nuestro primer encuentro mostró gran interés en mi futuro profesional y no dudó en poner a mi disposición su sabiduría y experiencia en el mundo de la empresa. Como directora de Innovación y Conocimiento en AGBAR (Suez Water Spain), y con más de 20 años de experiencia en el mundo laboral, María es una consejera inmejorable para alguien que está en la fase final de su formación académica. Imagínense cuál fue mi sorpresa cuando encontré en una ingeniera de la talla de María tanta generosidad y cercanía. Soy consciente de que el único protagonista de mi destino profesional soy yo, por lo que ganas, trabajo y sacrificio no me faltarán jamás. Pero en el que debe ser el año de mi despegue profesional, es un reconfortante privilegio contar con alguien como ella a mi lado capaz de ayudarme a gestionar mi pasión por la ingeniería de la mejor manera posible. Nada ni nadie puede garantizarnos el éxito en el futuro, pero como en la lotería, cuantos más boletos compras, más posibilidades tienes de ganar. Y aun sin conocer el resultado del sorteo, sé que participar en el programa de la Fundación CYD es uno de los mayores aciertos de mi vida académica.