La compra de botellas de scotch (o de whiskies de otros países) es una práctica habitual entre los ejecutivos globales que pasan una parte de su tiempo en los aeropuertos globales y se entretienen en sus tiendas globales.
Ejecutivos que, normalmente, han recibido parte de sus conocimientos de algunas de las mejores universidades y business schools del mundo, y ejecutivos que trabajan para unas empresas que suelen colaborar con estas universidades en proyectos de investigación, adquiriendo tecnología o participando en sus programas de formación continuada.
Esto es lo que ya conocemos, las típicas formas de lo que denominamos relaciones universidad/empresa y que, desde hace años, son objeto de todo tipo de debates, reflexiones y propuestas políticas: “Se debe estimular la relación de las universiades con las empresas para contribuir al desarrollo…“. Nacen y crecen las OTRIs, los programas públicos de distinta índole, los informes internacionales…
Pero, de pronto, surge una noticia en los medios que me parece importante: la compra de whisky – o de un artículo similar – en un duty free shop puede ser una nueva y decisiva medida para promover el papel motor de las universidades en el desarrollo de una región.
El Ayuntamiento de Nueva York se plantea reproducir el modelo Silicon Valley en la Costa Este. No parece un mal negocio: 600 nuevas empresas, 30.000 nuevos puestos de trabajo, un aumento en la recaudación de impuestos de 1.400 m. de $… La palanca que ha de producir este movimiento es la construcción de un nuevo campus de ingeniería y tecnología enfrente de Manhattan. ¿El socio tecnológico? La Universidad de Cornell, asociada con otra universidad de Israel. ¿Quién financia? El whisky que compramos en los duty free shops.
Con los beneficios de estas ventas el cofundador de esta cadena de empresas –el ciudadano Charles Feeney, Chuck para los amigos- parece que ha hecho unos notables beneficios que le han pemitido donar 268 millones de € para hacer factible el proyecto. Pero, además, parece que las donaciones que este caballero ha hecho en los últimos años a Cornell (donde cursó sus estudios) alcanzan las cifras de casi 800 m. de $, es decir, prácticamente el presupuesto que destina la Generalitat de Catalunya al mantenimiento de su red universitaria.
Brindemos pues y, si tenemos la suerte de que alguna de nuestras universidades cuente con ex alumnos tipo el Sr. Feeney, deberemos incluir el whisky como uno de los instrumentos más eficaces y modernos para promover una relación más estrecha de las empresas con las universidades.
Felices fiestas.