La educación es uno de los retos centrales de nuestro país. Y los diagnósticos no son buenos: “el nivel de la educación española sigue por debajo de la media de la OCDE”, “España, suspende en educación”….
Uno de los informes más famosos de nuestro país es el PISA que constantemente nos va recordando que vamos mal, que estamos por debajo de la media de la OCDE y esto año tras año.
¿No se puede hacer nada para mejorar?
Esta es la gran propuesta que nos hace un informe sobre la “Educación en España” que ha elaborado McKinsey & Company y que constituye un verdadero “brote verde” para el sector. Veamos alguna de sus ideas.
España puede y debe mejorar; pasar de los 480 puntos Pisa a 500 o 520 (como Canadá o EEUU) es razonable en un periodo de 4 a 6 años. Esta afirmación se basa en que el rendimiento educativo en la OCDE depende fundamentalmente (84%) de una serie de factores –que no son ni el PIB ni la inmigración- en los que España no tiene desventaja alguna. Se trata de factores como la estabilidad familiar, el nivel de formación del cuerpo docente,… Es decir factores no estructurales sobre los que se puede actuar.
¿Qué actuaciones se precisan para pasar de un sistema educativo bajo a uno aceptable o bueno? McKinsey nos propone tres grandes áreas de actuación:
1.- Transparencia. Debemos eliminar la resistencia a medir y compartir el progreso –o no- de nuestro sistema de forma homogénea y frecuente para conocer y poder tomar decisiones. Faltan referentes.
2.- Profesionalización de la docencia. Hay que asegurar que tanto la docencia como la dirección de los centros sean profesiones bien consideradas. Que los mejores estudiantes se conviertan en los mejores profesores (por cierto este es el objetivo de la Fundación ExE, de reciente iniciación en España y de la que algún día hablaremos). ¿Existen planes de carrera y políticas retributivas para los profesionales de la educación?
3.- Autonomía de Centros.- Autonomía pero dentro de un orden, dado que una autonomía generalizada no necesariamente es la mejor solución. Seguramente los centros con menos rendimiento pueden precisar de mayor control y apoyo. Y, por esto son importantes la transparencia y las métricas de rendimiento.
Realmente, estas propuestas de la consultora parecen de un gran sentido común. Y, en realidad, son temas que están en el debate público y, en algunos casos, están ya en las agendas de algunas comunidades autónomas.
Pero, como en todo proceso de cambio, hay resistencias. En muchos casos de orígenes conocidos. Y este tipo de resistencias solo se pueden salvar por la presión social; por una presión que nazca del convencimiento de que en el nuevo modelo no ha lugar para sistemas educativos de bajo rendimiento. Este es el tema.