La calidad de la enseñanza: excusas y realidades

La calidad de la enseñanza se va conviertiendo, cada vez más, en uno de los ejes centrales de los debates sobre el desarrollo. El Informe Pisa, y otros parecidos, aportan periódicamente datos que contribuyen, en nuestro caso, a la frustración colectiva.

La calidad de las escuelas depende, se dice, de los recursos económicos invertidos; de la mayor o menor desigualdad social; o, en fin, de factores de tipo cultural. Estos son los tres obstáculos que tradicionalmente se consideran culpables de la baja calidad de nuestros sistemas de enseñanza.

No obstante un reciente trabajo de McKinsey, sobre aquellos sistemas educativos que más han progresado en los últimos años, pone de manifiesto que estos tres obstáculos no son otra cosa que tres excusas que no se corresponden con la realidad, una realidad que expresa que sólo el 10% del éxito en el rendimiento de los alumnos tiene algo que ver con los recursos económicos; que sociedades muy desiguales –China, por ejemplo- obtienen buenos resultados en Pisa; o que la gran “sociedad cultural europea” no ha producido, en general, los mejores sistemas escolares. 

Dinero, desigualdad social y cultura no son, en este sentido, más que “ excusas” para no introducir los verdaderos cambios que el sistema educativo precisa para dar un salto cualitativo importante.

¿Cuál es entonces el secreto? El citado informe de McKinsey (que se comenta en el The Economist del 17 de septiembre del año actual) recoge, de su análisis, cuatro temas emergentes importantes:

  • Descentralización (devolver el poder a las escuelas)
  • Diversidad de escuelas y de modelos
  • Focalización en los alumnos con bajo rendimiento
  • Alto nivel del profesorado

Parece evidente pues que ha llegado el momento de empezar a cambiar el tradicional discurso de la falta de medios, o de la incidencia de factores sociales o culturales, por nuevos planteamientos propios de una verdadera reforma, en el marco de la cual lo más complicado –y, por tanto, lo que no admite demora- debería ser la priorización de la calidad del profesorado. 

Aqui está el meollo. 

 

Francesc Santacana Martorell

Vicepresidente Fundación CYD

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