Estos días están saliendo las relaciones de alumnos que se preinscriben en las universidades, la oferta de plazas que se ofrecen y las notas de corte para acceder a determinadas titulaciones.
Como indicaba el reciente informe CYD, una de las características que estos datos ponen de manifiesto es el descenso, por primera vez en muchos años, de las prematriculaciones. Tanto por lo que respecta a las universidades públicas como a algunas privadas.
En Cataluña, por ejemplo, se han preinscrito 2.410 estudiantes menos; un descenso del 4,76% con respecto al año anterior. La oferta total de plazas es de 40.024 (155 más que el año pasado) que se van a distribuir entre los 48. 240 preinscritos.
A partir de estos datos, los responsables de las universidades catalanas ofrecen un amplio abanico de informaciones diversas tales como los centros más solicitados, las notas de corte más altas, el descenso de las preinscripciones por edades, tipología de alumnos… es decir, una fotografía bastante completa de cómo se está configurando la oferta y las demanda de la universidad.
Bastante completa, sí, pero con una excepción importante que La Vanguardia señala acertadamente: no se conocen las titulaciones que tienen una menor demanda y con un número final de matriculados, después del proceso, que puede ser muy bajo.
Creo que el “dato desconocido” no es poco relevante. Más bien parece un elemento clave para un planteamiento serio del proceso de reforma (¿reestructuración?) de nuestras universidades.
Obviamente el dato lo tienen los responsables de estas instituciones, pero, ¿no sería lógico que fuera publicitado de la misma manera que lo son los centros que tienen más solicitudes?
No hay duda de que si, como se dice, la transparencia es una pieza esencial para poder diseñar una estrategia de futuro, su ausencia podría ser una señal de una estrategia incompleta o difusa.
No lo sé.