La frase la pronunció el Director General de Educación y Cultura de la Comisión Europea -Sr. Xavier Prats- el pasado 27 de enero con motivo del acto que organizó la Fundación CYD sobre “Europa ante los cambios universitarios”. Y la frase me gustó, por su simplicidad a la vez que por el significado que le dio.
Xavier Prats expuso con claridad el colosal cambio de entorno con que se están encontrando las universidades, y que está evolucionando con una rapidez y una profundidad progresivamente mayor. Ante esta circunstancia –que ilustró con cifras referidas a la evolución de los sistemas universitarios asiáticos y latinoamericanos- su profecía fue concreta: habrá ganadores y perdedores. Más claro, imposible.
ntonces, ¿qué hacer? A parte de señalar que el diagnóstico está sobradamente hecho, propuso una serie de temas como, por ejemplo: encontrar el equilibrio entre equidad y eficiencia, internacionalizar, dar más protagonismo a los intereses de la sociedad. Pero, en cualquier caso, lo que se debe hacer es eliminar los prejuicios que se han ido acumulando en unos años pasados que no volverán y enfocar el futuro en el marco del cambio continuado y, sobretodo, de los ritmos de adaptación que se precisan para estar en el grupo de los ganadores.
Ah, y un tema que supongo que gustó a la recién nombrada Secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades: los problemas de la educación no dependen tanto de la financiación (aunque supongo que en los tiempos que corren no son menores) como de la capacidad de adaptación a los cambios.
Fue una sesión de gran interés en la que no faltó una cierta polémica sobre las prioridades que se deben dar a la calidad o a hacer productivos los conocimientos que se transfieren, lógicamente, con una mayor atención a la demanda.
En definitiva: la Universidad, como ha venido siendo siempre, ha de ser un instrumento de progreso económico y social. Pero para ir hacia el futuro tenemos que abandonar alguna maleta del pasado.
Vicepresidente Fundación CYD