Sobre Francesc Santacana i Martorell

En las organizaciones hemos acordado que, cuando un compañero de trabajo fallece hay que comunicarlo al resto de la organización, con una semblanza afectuosa de la persona. Se trata de informar y especialmente de solidarizarse con el dolor de los más cercanos. Cuando alguien ha destacado más allá de su círculo profesional y del ámbito familiar estricto, pensamos que merece un obituario público. Se trata, en este caso, de redactar una breve biografía que, en general, la escribe un amigo o allegado y que es fruto del conocimiento directo. En un obituario se habla de las virtudes de aquel que nos ha dejado, de su obra, de su contribución a la felicidad de sus amigos y de su familia y, finalmente, del vacío social que ha generado su traspaso.Francesc Santacana destacaba sobradamente en aquellos aspectos de la vida que hacen que alguien merezca un obituario. Mi larga e intensa relación personal con Francesc, y la consistencia de su obra, me empujan a cumplir con esta tarea y, consiguientemente, a escribir desde el afecto sobre su persona y sobre el valor de su trabajo.

Mi primer contacto con Francesc tuvo lugar cuando me llamó para formar parte de una comisión, cuyo objeto era reflexionar sobre la planificación estratégica aplicada a la ciudad de Barcelona y su área de influencia. Estamos hablando de mediados de los ochenta y la utilización de esta novedosa herramienta del management aplicada a las ciudades, era entonces una novedad. No conocía pues, de primera mano, su trabajo anterior relacionado con las asociaciones de fabricantes metalúrgicos, ocupación que explica su permanente interés por la industria y tampoco viví directamente su trabajo como decano en el Colegio de Economistas. Lo primero que me sorprendió de su llamada fue, no solo la valentía del planteamiento, sino también el hecho de que me convocara sin habernos conocido personalmente. Ciertamente yo era el único catedrático de economía de la Universitat Politècnica, en Barcelona, pero, ¿era éste un motivo suficiente?, ¿por qué yo?, ¿era una apuesta?. Más tarde descubrí que este comportamiento era habitual en Francesc. Me sorprendió esta vez y lo hizo en otras muchas ocasiones, por su valentía y generosidad en apostar por las personas sin apriorismos y por su capacidad de anticipación y gestión.

Sé que no es habitual en un obituario hacer mención de las capacidades relacionadas con la gestión como un mérito central en la vida de una persona, pero creo que, en este caso, es sustantivo. Santacana, a él le gustaba que le llamasen por el apellido, era un gestor y especialmente un estratega. Hacia juicios acertados sobre el futuro y sobre cómo adelantarse a sus consecuencias. Donde los demás solo veían confusión y corto plazo, él veía certezas y oportunidades futuras. Conocía las personas, confiaba en ellas y delegaba. Tenía obsesión por la recta y valiente utilización de los recursos. Santacana vigilaba los recursos y hacia mucho, con poco. Era de un gran rigor, se comprometía y daba la cara por la institución a quien servía, más allá de sus propios intereses personales. Tenía una sorprendente capacidad de organizar y de convocar. ¿Quién, con una mínima representatividad ciudadana, no ha participado en alguna comisión o jornada convocado por Francesc?. Sus eventos no estaban pensados para “vender otras cosas” sino para aportar, es decir, tenían sentido por sí mismos, eran ambiciosos y prácticos, y así lo entendían quienes participaban en ellos.

Francesc es de aquellas personas que han “creado cosas”, especialmente en el ámbito público y parapúblico. Las ha hecho funcionar y, con el tiempo, sus creaciones se han convertido en innovaciones sociales que han contribuido a la necesaria ruptura creativa. No era un conformista. Veía las diferencias entre una organización inútil o un acto inútil, y aquellas por las que vale la pena luchar. Hacia juicios certeros sobre las personas y sobre su honestidad de propósito. Tiene y tenía muchos amigos, que no solo le apreciamos, sino que le respetamos. ¿Cómo si no hubiese sido capaz de realizar con tantos éxitos su trabajo? Los que hemos tenido la suerte de conocerlo, disfrutamos de su energía, su personalidad creativa y su imaginación. Trabajador infatigable, no puede sin embargo decirse que fuera una persona empática al uso. Tenía poca paciencia ante el despropósito y sus muchos amigos y colaboradores valorábamos en él, precisamente, su sinceridad critica, abierta y vacía de maldad.

Un día, pronto hará ya 14 años, Francesc me llamo para formar juntos “otro grupo de trabajo”. Se trataba de reunir a un conjunto diverso de personas para reflexionar sobre la relación entre la Universidad y el emprendeduría. La Universidad era su pasión. No era profesor, no era funcionario de ningún cuerpo de la Administración, pero había intuido, en su paso como impulsor y alto ejecutivo de la Fundación Bosch i Gimpera, que en la Universidad se jugaba gran parte del futuro del país. De este grupo, que llamamos Business LAB y que ya presidía Ana Patricia Botín, surgió la idea de la Fundación Conocimiento y Desarrollo y también de su Informe, conocido hoy como Informe CYD. Es aquí donde la visión estratégica de Francesc cobró una importancia trascendente para el desarrollo económico y social del país. Se trataba de mostrar la importancia de las universidades en el futuro de un amplio abanico de ámbitos económicos y sociales. No recuerdo, en ningún momento, que sus propuestas vinieran condicionadas por otra estrategia y otro interés ajeno que la mejora del sistema universitario. Para objetivar la importancia de su trabajo, solo hay que contrastar en las hemerotecas la evolución del discurso de los responsables del sistema universitario y de sus stakeholders, a todos los niveles, con las propuestas impulsadas desde la Fundación, dónde se demuestra el valor del pensamiento estratégico y la visión anticipadora en la evolución social. A menudo, el pensamiento estratégico es una capacidad poco apreciada. En una reunión de trabajo, en las organizaciones, muchas veces se considera superfluo, que aporta algo obvio, conocido por todos, una ocurrencia, algo innecesario. Se considera que prescindir del capital humano que aporta la visión generadora de la innovación es un ahorro, y no un coste. Sin embargo, este es el vacío y el coste que vamos a pagar con la ausencia de Francesc. La suma de pensamiento estratégico, de acción y de compromiso social inteligente y desinteresado son las tres piezas que han presidido la vida profesional de Francesc Santacana y en el futuro, ante decisiones delicadas, acabaremos preguntándonos ¿qué hubiese hecho Santacana ante esta situación?.

Francesc Solé Parellada. 
Vicepresidente 
Fundación Conocimiento y Desarrollo
Temas:

Noticias relacionadas


Suscríbete a CYD News

La ventana de la Fundación CYD a las principales noticias sobre la universidad, su contribución al desarrollo y su relación con la sociedad.