Transferencia de tecnología: más allá del Google Translator

El pasado viernes, tuve ocasión de escuchar una versión de primera mano de como se está reorganizando el sistema universitario francés alrededor de un núcleo corto (ocho!) de universidades de excelencia. Núcleo que se forma a partir de actuaciones que me parecían fuera de lo posible pero que se está consolidando a pesar de que, de la conversación, se deducían notables temas aun sin clarificar.

Pero no es este el objeto de mi reflexión. Ya tendremos ocasión de profundizar en esta reforma en una próxima ocasión. Lo que me produjo una cierta sorpresa fue cuando al final de la conversación pregunté a la consultora que está trabajando para dos de los nuevos grupos de excelencia, por el tema de la transferencia de tecnología.

El tema me interesa desde hace tiempo; fui el responsable durante 13 años de promover la transferencia de la Universidad de Barcelona como director de la Fundación Bosch i Gimpera que, además, ejercía de Otri. Y, con toda sinceridad, el resultado no fue malo. El importe de los contratos creo recordar que llegó a unos 20 millones de €. Pero mi nivel de satisfacción por ello era descriptible como consecuencia del análisis, más allá de las cifras, de lo que se estaba transfiriendo.

Por ello procuraba estar al corriente de cómo estaban organizando la transferencia en distintos países europeos (por medio de las redes correspondientes) sin que realmente encontrara la formula mágica. Ya se sabe, la paradoja europea.

Y ahora este consultor, de origen inglés, me ha dado la receta: la transferencia de tecnología no se promueve con organizaciones; se promueve dando el máximo de facilidades para contratar, para generar spin offs… Es decir, deshaciendo obstáculos más que haciendo.

He de añadir, para terminar, que esta receta me sorprendió pero, al cabo de un tiempo, no me sonó nueva. En una reciente reunión con responsables de I+D de grandes empresas, estuvimos trabajando durante una tarde sobre la metodología de la transferencia, lógicamente, desde su punto de vista. Al final de la reunión me surgió una preocupación: no se había hablado, para nada, de los canales habituales de la transferencia. ¿Coincidencia?

Obviamente, aquí caben todo tipo de matizaciones. No creo haber perdido 13 años de mi vida haciendo algo con poco sentido; pero, es indudable que el traductor del lenguaje universitario al empresarial y viceversa no parece ir más allá del Google entre el chino y el español.

Francesc Santacana Martorell
Vicepresidente Fundación CYD
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