En efecto, mientras la sociedad actual tiene poco que ver con la de hace 50 años (células madre, matrimonios gay, consolidación de China, o nuevos liderazgos empresariales,…) los estudiantes siguen cursando cursos de 4 o 5 años, con asignaturas tres horas a la semana, profesores que hablan desde la tarima, departamentos con el mismo nombre de hace años, exámenes escritos…
La inercia es notable. Y, aunque a veces puede ser apropiada para la transmisión de las grandes creaciones humanas de generación en generación, lo cierto es que no parece tener mucho sentido la separación existente entre el cómo se enseña y lo que realmente se necesita saber en la sociedad actual.
He aquí las seis reflexiones que se nos propone:
1.- La educación se ha de relacionar más con el proceso de aprendizaje que con la impartición del conocimiento, dos hechos lo apoyan: la proliferación de conocimientos y las nuevas tecnologías disponibles
2.- Una consecuencia de la explosión del conocimiento es su desarrollo cooperativo. Los coautores de trabajos científicos se han más que doblado en los últimos 30 años. Y el sistema educativo sigue evaluando los esfuerzos con exámenes individuales. El trabajo en colaboración (lo que más valoran las empresas) debería reforzarse en las aulas.
3.- Las nuevas tecnologías alteran profundamente la forma de transmitir los conocimientos. Los libros electrónicos permiten una constante revisión de textos. Los videos permiten aprender más en poco tiempo que la aportación de muchos textos diversos y el profesor se puede dedicar mucho más a las discusiones técnicas con los estudiantes.
4.- Aprendizaje activo. Se debe activar constantemente el modo de usar el conocimiento adquirido en lugar de un fomentar un aprendizaje homogéneo. De hecho conocemos mejor que nunca los procesos de la mente humana.
5.- Ante un mundo mucho más abierto es esencial que la experiencia educativa sea cosmopolita, con ejemplos tomados de todas las partes del mundo
6.- Los estudios deben poner mucho más énfasis en el análisis de los datos. Los conocimientos de estadística, de probabilidades y de los métodos de toma de decisiones tienen mucho más sentido que antes.
Cuando en nuestro país seguimos especulando con las “infraestructuras” del sistema educativo, reflexiones como las anteriores me parecen fundamentales para un real aggiormanento del sistema. Y este tipo de debates todavía no han entrado en nuestra sociedad.
¿Estamos ofreciendo los conocimientos que un ciudadano va a necesitar en los próximos 30 años con la metodología de hace 50 años?