Universidades, déficit y futuro

Recuerdo que decíamos en un blog anterior, que lo prudente, cuando se habla de tasas, es que inmediatamente después se hable de becas. Sin embargo, en esta ocasión, el Ministerio ha actuado sobre las tasas y se ha hablado mucho menos de las becas.

En relación con las tasas se ha seguido el procedimiento de dejar a las Comunidades Autónomas que decidan aplicar entre el 15% y el 25% del coste. ¿Y en relación con las becas? pues… ya se verá.

El aumento de tasas para los repetidores también estaba anunciado. Algunos gestores de la universidad hablaban del colectivo de repetidores como el de los benefactores de la universidad. Los repetidores, nos decían, son alumnos que, como la matricula no es excesivamente cara, se matriculan de algunas asignaturas esperando tener tiempo para cursarlas o tal vez esperan un poco de suerte en el examen. Suspenderlas no era un coste sustantivo para el alumno y un ingreso para la Universidad. Parodiando diríamos que el repetidor a veces se parecía a alguien que compra una entrada para ver una película y después decide no ir a verla.

Con el aumento de las tasas, el alumno, tanto el regular como el repetidor, puede decidir no matricularse y consiguientemente el aumento de las tasas no significar un aumento en los ingresos. Es de suponer que las autoridades tienen más o menos calculada la sensibilidad de la demanda de matriculas al precio. En todo caso será interesante observar la respuesta en términos de ingresos reales. Si la respuesta fuera lineal, a muchos nos sorprendería.

Por otra parte, hay otros temas sobre los que actúa o actuará la cirugía: el mínimo de estudiantes por titulación, el incremento del número de horas de clases para aquellos profesores que no se les conocen trabajos de investigación, tal vez la agrupación de algunas universidades… etc.

Con algunas precisiones, no dudo de que estas medidas puedan reducir los gastos de la universidad y aumentar los ingresos. No tanto como se espera, porque, como hemos dicho, la curva de la demanda es muy tozuda y lo lógico es que, aumentando las tasas, disminuya la matricula, por otra parte, al aumentar las horas de docencia a parte del profesorado “en un mundo de funcionarios”, tampoco disminuirá la plantilla en la misma proporción y finalmente aquello de suprimir universidades en capitales de provincia de población media o media-baja es poco realista, entre otras cosas, porque éstas atienden a una proporción notable de alumnos (en un promedio aproximado de 10.000). Si se suprimen estas universidades ¿dónde se ubicarán sus alumnos?

Se entienden todas estas medidas porque los gestores del dinero tienen urgencias, sin embargo la Universidad es una institución relevante en la creación de capital humano, en la investigación y, aunque se diga muchas veces lo contrario, es muy relevante en transferencia de tecnología muchas veces a la par con los centros tecnológicos, y por lo tanto hay que ir con cuidado al podar. En muchas comunidades autónomas el esfuerzo en I+D de las Universidades es más alto que el de las empresas y el resto de instituciones.

Hay que decir y repetir que la universidad ha hecho muy bien su trabajo. Siempre hay campos de mejora pero el sistema universitario en España tiene una calidad media perfectamente homologable.

En general, en aquellos ámbitos donde ha habido autonomía, se ha trabajado muy bien, por ejemplo en la investigación. Muchos hemos criticado aquellos aspectos de la universidad que no le permitían alcanzar metas que eran perfectamente asequibles. Hemos hablado de mejorar su organización, la capacidad de definir e implementar los planes de estudio, de mejorar el cumplimento de las dedicaciones, de financiar los costes fruto de investigar; hemos insistido en la necesidad de mejorar el tándem “decisión–rendición de cuentas”, del sistema de toma de decisiones, etc, etc… Hemos dicho muchas veces que se había recorrido con éxito el camino de dotar a España con un sistema científico, que es mejor que el que su renta haría suponer y que las universidades estaban haciendo los deberes en la construcción del “posterior” sistema de valorización (si no hay ciencia, no hay nada que valorizar), con indicios más que sustanciales del éxito de la operación, tanto en transferencia directa, como en patentes.

Resumiendo: en las reformas institucionales hay que atender al diagnostico profesional, copiar y adaptar de aquellos países que nos han precedido en las reformas y cuyo éxito sea evidente, para, finalmente, dotar a las universidades de una real autonomía responsable en todos los ámbitos, así como de los recursos necesarios para que actúen como plataforma de desarrollo.

Francesc Solé Parellada
Vicepresidente Fundación CYD
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